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Como interceder en oración. Orar por una persona

Escuela de Oración. Primavera-verano 2017


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1. Interceder es pedir para otro

a) Interceder es pedir para otro, por otro, en favor de otro, no en lugar de otro. Esta modulación orante se basa en una condición de todo hombre que la sostiene: en la solidaridad connatural a todos. El hombre no nace, no sobrevive, no se realiza solo. (¡Ay del solo!). El hombre no reza solo. “Gran mal es una alma sola” (Sta. Teresa).

b) Cuando el orante se reconoce ligado a otros y simultáneamente se sabe ante Dios, surge espontánea la petición por el otro. El hombre así colocado ante/entre dos presencias simultáneas tiñe su oración de la vida y necesidades del otro. Le surge una oración complicada, implicada. Si me sé ante Dios y con otros, mi oración me sale, nace, solidaria, consciente del otro y su necesidad. La mirada se pasea de El a ellos.

c) Desde luego que esa actitud ante Dios ha de ser aprendida y favorecida por la solidaridad humana. Es esta la oración de quienes se sienten familia, responsables unos de otros. Es el grito que desmiente el de Caín: (¿Qué tengo que ver con mi hermano?). Es el ruego de Abraham por sus convenciones de Sodoma.

d) Esta solidaridad en la oración y en la vida y destino, no se puede quedar cerrada sobre el clan y la familia o la nación. Se basa en la común humanidad y tiende a abarcar a todos, reconocidos ante Dios como hermanos. Esta verdad de la hermandad universal y fundamental se vivencia en concreto en ámbitos menores como la familia, la comunidad, el grupo. Aquí se hace real la educación para la solidaridad y para la fe solidaria.

e) Esta oración generosa que afirma a los otros, que hace suyas las necesidades ajenas, que pide para otro lo que quiere para sí, que abre el horizonte del orante y engrandece su alma, que crea comunidad y ahonda los lazos de unión.

No sólo supone conciencia solidaria sino que la acrece. Supone fe en el cuerpo místico y en la comunión de los santos y a la vez edifica ese cuerpo y alimenta esa comunión.

2. Interceder no es sólo pedir

a) Intercesión es una modulación orante que abarca sólo actitudes de petición. Pero es parte de ella también aquella otra nobilísima actitud de quien agradece la existencia de los otros, de quien alaba por la experiencia de la comunidad y sus riquezas personales, de aquellos que expían por otros en supremo gesto de solidaridad.

En toda esta gama de actitudes se da una puesta en ejercicio del ser-para-los-demás de todo cristiano. Es la oración misma ya en sí una forma de compromiso, una fuerza comprometedora al menos.

Nadie se pone a hablar de otro sin que se manche con su vida, sin que se “complique” con sus necesidades.

Como se observa en la escena de Abraham entre dos fuegos (ira de Dios – inconsciencia de Sodoma), tiene esta oración algo de lucha y drama, de fangoso ir y venir, de ajetreada tramitación y laboriosa negociación.

b) Su objeto. La intercesión entendida como petición se refiere a bienes deseados y a males temidos, pero de los otros o de otro (el mucho o el cómo poco importa).

A veces las necesidades son individuales (entonces amenaza a la oración, la asfixia en el egoísmo de los “míos”), otras son peticiones en pro del bien de grandes colectivos (masas humanas, mi prójimo), en definitiva, en la gran causa moderna de un mundo más fraterno.

3. ¿Por quién interceder?

a) El lugar de la intercesión es la comunidad humana. Sólo en este sembrado nace esta flor. En la experiencia de la comunidad se apoya el orante que desmiente con esa actitud la supuesta soledad y evasión alienante del que ora. Lugar privilegiado es la familia. Si los padres se preocupan de toda necesidad de los hijos, se han de ocupar también de la oración por los hijos. Ésta es la oración preocupada por excelencia. En toda paternidad hay misión de interceder. En toda intercesión hay un inicial ejercicio de paternidad. Otros lugares de intercesión obligada son la parroquia para el sacerdote y el monasterio para los monjes: “para esto nos juntó aquí el Señor” (Santa Teresa, Camino de Perfección, cap. 1, 5).

b) La intercesión tiende, por su misma naturaleza, a romper las barreras naturales y los muros de odio que separan a los pueblos y culturas. Tiende a comprender en su círculo afectivo a los mismos enemigos. Trasciende los límites que impone el mayor enemigo, la muerte, y hace posible la comunión de vivos y difuntos.

c) Máximo intercesor es el Espíritu Santo, cuya misión de defensa de los creyentes es intercesión y abogacía por nosotros. El Cristo glorioso tiene también esta máxima misión de interceder continuamente por nosotros ante el Padre. Unida a esas supremas intercesiones tiene valor toda intercesión cristiana.

Pautas para la oración durante la semana

1 – Una propuesta concreta para ejercitarse en esta modulación es tomar en los propios labios las oraciones de los grandes intercesores bíblicos:

Abraham: Gn 18, 23-33. Moisés: Ex 5, 22-23; 32, 11-13.31; Núm. 14, 13-19.

Salomón: IRI 8, 23-52. Il Cro 20,6-12.

Elías: 1 Re 17, 20-21. Sacerdotes: jl 2, 17; S1 20; 72; 89; 132. Mardoqueo: Este 13, 8-16.

Jesús: Lc 23, 24 y sobretodo, Jn 17. Pablo: Ef 3, 114-21; 1 Tes 5, 23-24. Gál 1, 3-5.

2 – Otro ejercicio práctico puede consistir en tomar cada día un grupo humano como objetivo de intercesión. El rosario misionero se basa en esta agrupación de hombres necesitados. Pueden tomarse mil otros grupos de necesitados: cercanos-lejanos, poderosos u oprimidos, marginados y enfermos, amigos o enemigos… Todos necesitan, todos pueden sacar nuestra oración de sus casillas a veces muy rígidas o muy cerradas sobre “intereses” particulares.

3 – Reflexiona sobre esto lo que dijo San Ignacio de Antioquía: “Sois piedras del templo del Padre levantadas a las alturas por la palabra de Jesucristo, que es la cruz, haciendo de cuerda el Espíritu Santo. Vuestra guía es vuestra fe, y la caridad es el camino que os conduce a Dios. Todos sois compañeros de camino, portadores de Dios y portadores de un templo, portadores de Cristo, portadores de santidad”.